Espero no ser la única que está obsesionada con los olores. Cada vez que me dan un libro lo primero que hago es empaparme del aroma del papel, cuando entro en un sitio cerrado suelo memorizar la esencia que se desprende, tengo la costumbre de identificar a mis amigos con olores y cuando voy de compras huelo las prendas en vez de probármelas.
Me gusta el olor del café antes de ser molido, el olor del mar, el olor de la tierra mojada cuando llueve y el olor de la ropa recién planchada.
También me gusta el olor de la gasolina, el del pegamento más fuerte que haya y una vez me enganché al olor de un suavizante y todas las tardes iba a olerlo varias veces un ratito.
Pero ahora mismo el que más me gusta, y con diferencia, es el de la pintura. Si yo fuera pintora de brocha gorda estaría todo el día colocada porque no sería capaz de sacar la cabeza del cubo. (...)
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