Uno dice Extremadura, basta con pronunciar esa palabra mágica, y siente en el corazón el peso de una hermosa aventura que viene desde Roma y llega al Nuevo Mundo, entre los cinceles que hicieron hablar a las estatuas, las armaduras de los conquistadores, la fraterna frontera portuguesa, y también siglos de aislamiento y de dureza, de lucha por la vida para pasar de aquellas oscura y secular España a ese tiempo en que la fibra óptica ha sustituído a las sogas que sujetaban carros y cosechas...
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